Justo cuando ya estaba convencido de que el verano estaba asomando el hocico, va el día y amanece gris, como el pasado de un político. Espero que al menos no me llueva encima, y no es por ser poco romántico, pero la lluvia ácida no es precisamente mi ideal de romanticismo.
La semana transcurre sin pena ni gloria, y el gimnasio está haciendo el efecto esperado, aunque no el deseado. Las agujetas me tienen molido, y cada pequeño movimiento es un recordatorio de la paliza que me di ayer en la bicicleta.
Al menos tengo la esperanza de que este fin de semana pueda pisar la playa, caminar descalzo por la arena mientras las olas mueren en mis tobillos. Y ai al final resulta que no, pues al menos descansaré un poco, pero solo un poco.
A veces es tan sencillo conformarse...
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