Dentro de 15 minutos tengo una reunión por teléfono.
Por un lado es cómodo, no tienes que desplazarte, y puedes estar tranquilamente en tu casa. Pero por otro lado es más frio, y si se alarga, terminas con la oreja planchada. Al menos esta vez es en español.
Y mientras espero, me dicen que el hotel que he solicitado para Helsinki no está disponible, de momento. Me ofrecen otro, que está bastante cerca y que no está mal, la verdad... pero yo prefería el otro. A ver qué pasa al final. Lo bueno de haber estado cada noche en un hotel diferente en mi anterior visita a Helsinki, es que tengo una visión general de los hoteles de la zona.
Me gusta viajar, pero en esta ocasión me viene un poco a contra mano. Supongo que tendré que conformarme con lo que me toca, al fin y al cabo, vivo de esto.
En estos últimos días, he podido disfrutar de muchas ocasiones para probar cosas nuevas, actuaciones muy seguidas (al menos lo son para mí), y he tenido la oportunidad de compartir público con gente muy buena. Esto por un lado es una experiencia cojonuda, y por otro me hace sentir presionado, como en la obligación de hacerlo bien, para que las diferencias no sean tan bruscas. Que no se me note tanto el verde...
El miércoles pasado, comprobé lo que era actuar para nueve personas. El sábado anterior eran por lo menos doscientas, en el mismo escenario. Me considero muy afortunado por poder disfrutar de estos ratitos, y hay gente a la que le estoy realmente agradecido, ellos saben quiénes son.
Ahora me tocan unas semanas de silencio y distancia. Espero que no me corten el ritmo, porque justo a la vuelta tengo una cita importante con el micro, y no me gustaría fastidiarla. A ver si el frío del norte me refresca las ideas y consigo dar en el clavo. Aunque cada vez me va quedando más claro que por mucho que haga, siempre habrá algún fleco suelto, alguna frase más floja, algún remate a destiempo...
Me dicen muchas veces que no puedo ser tan exigente, que es bueno ser minucioso, pero que hay que saber cuando parar, tomar aire y disfrutar del paisaje. Creo que tienen razón. Tengo que terminar de normalizar, y luego desnormalizar. De todas maneras, nunca seré de los que se quedan con un cilidro de color rosa.
Y mientras escribo esto, ya he tenido mi reunión, ya me han confirmado que al final voy al hotel que quería, y ya tengo curro para el resto de la mañana, y no es precísamente construyendo bromas, aunque a veces lo parezca.
¡8 días para el despegue!
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