viernes, 12 de noviembre de 2010

Y si tal vez...?

Hoy he estado comiendo y charlando con una de las personas que más han influido en mis textos, y que además es responsable de algunos gags, y las formas de rematar algunas cosas. No se dedica a la comedia, la vive desde la barrera, pero creo que en cierto modo ha alcanzado la suficiente capacidad como para manejar algunos conceptos "del mundillo" con bastante soltura.

De las muchas cosas que hemos comentado, me ha llamado particularmente la atención algunas apreciaciones que ha hecho sobre la forma en que digo las cosas, y las sensaciones que provoco en la gente. Me ha dicho "Yo te conozco, y sin embargo, cuando dices las cosas que dices en el escenario, yo me lo creo. Sé que me estás mintiendo, y aun así te creo".

Es increíble la sensación de tener en tus manos la posibilidad de jugar con las sensaciones de la gente. Y en este instante en el que escribo, siento una necesidad imperiosa de crear sensaciones, de aprender a gestionar la percepción que tiene el público de las cosas que digo. Es como si de repente, tuviera frente a mí un lienzo en blanco, una colección de pinturas y quisiera jugar al pictionary con el público. Ya da igual si se enfadan, si se ríen, si aplauden... La gracia está en ser capaz de dibujar un camino, y conseguir que la gente camine sobre él, hasta llevarles a donde tú quieres que lleguen.

¡Este trabajo empieza a apasionarme!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

American: The Bill Hicks Story

Llevo un par de horas sentado frente al ordenador, viendo en youtube el documental sobre la vida de Bill Hicks, "American: The Bill Hicks Story". Siete bloques de unos 14 minutos cada uno.

Conocí la existencia de este hombre porque mi amigo Danny Boy-Rivera es un apasionado de su legado, y cuando viene a casa solemos pasar horas viendo vídeos de cómicos en youtube, y debatiendo sobre lo que la comedia es y debería ser (siempre, por supuesto, desde nuestro criterio, sea acertado o no).

Bill tuvo una vida intensa, plagada de drogas y alcohol, pero sobretodo de comedia. Desde que tenía 13 años quería dedicarse a la comedia, y a los 15 ya hizo su primera rutina sobre un escenario en una noche de micro abierto. Podría decirse que lo suyo fue vocacional, en el sentido más estricto de la palabra.

Y justo llega a mí este documental en este momento, solo unos días después de haber leído distintas opiniones sobre lo que un cómico puede decir, o no puede decir.

Primero, una columna hablando sobre el humor hoy en día, creo que en la revista cinemanía, donde básicamente venía a decir que somos muy de escandalizarnos con el humor, y que parece que solo se pueden hacer chistes sobre hombres blancos heterosexuales, porque si no, te tildan de homófobo, machista, xenófobo, etc. Hables de lo que hables, siempre hay algún colectivo que se siente en la necesidad de defenderse de los "ataques" de los cómicos (y de los que no son cómicos, como spots publicitarios, por poner un ejemplo).

Y a eso tengo que sumar algún comentario en el que se dice que por ser cómico tengo que medir mis opiniones con más precisión (y no solo yo, también he visto que se lo han dicho a otros cómicos). Como si por el mero hecho de ser cómico, dejaras de ser persona, y de tener una opinión propia sobre las cosas, una opinión seria al respecto.

Aquí hay un tema que me resulta bastante interesante. Por un lado, si expreso mis opiniones "reales" sobre las cosas, luego parece que si digo lo contrario haciendo comedia, me estoy contradiciendo, lo cual no es cierto, aunque lo parezca. Por ejemplo, en los escenarios digo que a ver si el lince ibérico se extingue de una puñetera vez, algo que evidentemente no deseo, y no parece que a nadie le moleste. Pero tengo que medir mucho mis palabras si quiero hacer chistes sobre pederastia, maltrato a la mujer, política o religión, porque la gente tiende a ver implícita tu verdadera opinión en tus argumentos, por muy cómicos que sean. Y no ya tu opinión, sino que además te dicen cosas como "es que esto es un tema muy serio, no es para hacer bromas".

Este tipo de cosas son como ladrillos, que se unen formando muros y son perfectas barreras que frenan el avance de la comedia en España. Y en gran medida viene porque aquí, el humor ha tenido siempre como fin último el hacer reír. Pero ¿Quién ha dicho que no se pueda usar la comedia como medio para hacer crítica? De hecho ya se hace, pero siempre a un nivel más televisivo, y eso implica que existe un cierto grado de censura, porque en la tele, hay cosas que no se pueden decir.

Y entonces es cuando los cómicos que vamos de sala en sala, de bar en bar, podemos ir abriendo brecha en las conciencias de la gente, rompiendo algunos moldes establecidos sobre lo que se puede, y lo que no se puede decir sobre un escenario. Tenemos que aprender a aceptar que el público no siempre va a encajar de buen grado cosas que digamos, y debemos ser capaz de mantener esos bloques en el material habitual, y no sacrificarlos dependiendo del público.

Porque se puede hacer comedia que vaya en la misma dirección que tus opiniones reales, puedes convertir tus verdaderos argumentos en comedia, y no caer en la tentación de querer contentar a todo el mundo con lo que dices. El que quiera chistes tiene toda una horda de cuenta chistes, algunos increíblemente buenos, a su disposición. Pero la comedia es algo más que hacer frases graciosas, es toda una cultura, y es nuestra obligación hacer que crezca y se expanda. La gente tiene que saber que esto existe, y que hay gente con cosas muy interesantes que decir, y además de una forma divertida. Para eso, los cómicos tenemos que aprender a hacer este tipo de comedia, y el público tiene que aprender a leer entre líneas, como quien bebe un vodka con naranja, pero es perfectamente consciente de qué parte del sabor es del vodka, y qué parte es de la naranja.

Bill Hicks supo hacer esto, hizo comedia a costa de su propia sociedad, de su cultura, y rompió moldes. Y hablo de un tipo que murió en 1994. Decían que era un cómico para cómicos. Eso mismo lo he oído aquí, sobre otro cómico, y todos los cómicos sabemos quién es. Yo creo que cuando un cómico es admirado por el resto de cómicos, es porque representa aquello que muchos desearíamos ser capaces de hacer, pero por un motivo u otro, no hacemos. Algunos de esos motivos son bastante evidentes: Bill Hicks triunfó más en Gran Bretaña que en su propio país, y lo hizo mucho más tarde de lo que debería. No tenía su propio show, pero porque era una mosca cojonera. Decía cosas que pocos se atrevían a decir. Y es mucho más rentable hablar de cosas más inocuas, que te den muchos minutos de TV y amasar fama y dinero. Ser un ariete tiene su precio.

Tenemos mucho camino por recorrer, pero existe una línea de puntitos que ya ha sido trazada, y que podemos seguir o no, pero al menos nos da una pista.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La fórmula

Hablaba hace unos días con una buena amiga, sobre las cualidades de las personas, y sobre cómo las utilizamos.

Está claro que cuando una persona tiene un talento, o una capacidad que le hace destacar en algo, tiene una ventaja de base, pero esa ventaja no sirve de mucho si no hay un desarrollo que la acompañe.

A menudo vemos a gente que, a priori, no aparenta ser mucho mejor que otros en una disciplina concreta, pero que sin embargo consigue resultados muy por encima de la media. Y esto se debe a que se complementa con otras cualidades que por sí mismas no suelen ser tan valoradas, porque tampoco aportan mucho, salvo que efectivamente vayan acompañando a esas otras cualidades que sí son valoradas en sí mismas.

Tal y como yo lo veo, es como una partida de cartas, en la que uno debe jugar con las cartas que le ha tocado, pero dependiendo de cómo las utilice, les sacará un mejor o un peor rendimiento.

Así, hay gente que nace con un físico especial, una inteligencia muy elevada o un talento musical, artístico o deportivo. Pero si no se acompaña de otras virtudes, como la dedicación, la capacidad de esfuerzo, la voluntad o la constancia, difícilmente se desarrollará esa cualidad innata.

Es como un puñado de asignaturas, en las que unas se nos dan mejor que otras, y al final nuestra puntuación es una media aritmética entre el total.

El problema viene cuando a la fórmula, hay que añadir agentes externos. Entonces la cosa se complica, porque ya no es cuestión de que te esfuerces, de que hagas las cosas lo mejor que puedas, o de que luches por conseguir tus metas. Tienes que hacerlo, claro, pero además debes superar los obstáculos que no dependen de ti. Y la vida es esto, una carrera de obstáculos.

Hay días en los que siento que puedo saltar sobre todos ellos, incluso con facilidad. Pero otros termino tropezando irremediablemente, y cayendo de bruces. Y es justo en estos momentos, cuando estás tumbado boca abajo sobre la cancha, cuando más hundido te sientes, justo ahí es cuando tienes que levantar la mirada, buscar en el horizonte un objetivo, y arrancar de nuevo hacia él.

Porque los obstáculos puede que no sean los mismos para todos, pero todos tenemos alguno, y hay que aprender a saltarlos. No podemos dejarnos vencer por nuestros miedos. O como decía mi sensei: A los fantasmas hay que ahuyentarlos.