lunes, 12 de abril de 2010

Confianza

Recuerdo un tiempo en el que confiaba en la gente. Tenías que hacerlo por cojones, porque a menudo tu vida quedaba en sus manos. Muchas veces no nos damos cuenta de que hacemos estas cosas, pero las hacemos.

Cuando te dedicas al rescate de personas, pasas momentos de riesgo. La gente no se ahoga los días con un tiempo cojonudo, o al menos no es lo habitual. Lo normal es que los problemas lleguen cuando la situación es jodida, olas grandes, fuertes vientos, corrientes... Y ahí la cosa se complica. Saltar al mar en condiciones de peligro siempre conlleva un riesgo, y en muchas ocasiones cuando saltas por la borda, tu vida y la de la víctima quedan en manos de los que tienen que recogerte. Esto crea vínculos entre las personas que se dedican a salvar vidas, porque saben que hoy dependes de tu compañero, y mañana tu compañero va a depender de ti. Uno de estos compañeros, que además es mi amigo, ha seguido dedicando su vida a salvar las de los demás, y ahora es bombero.

Yo he visto un vídeo en el que un bombero voluntario perdía la vida al caer de un sexto piso (a los gaditanos les sonará la historia porque una comparsa le cantó un pasodoble). Era voluntario. Ni siquiera era profesional. Pero es que para conseguir la plaza tienes que estar unos cuantos años como voluntario, eso da puntos para las oposiciones. Mi amigo estuvo siete años currando por la cara para finalmente aprobar la oposición, tras mucho sacrificio, del que fui testigo directo.

Hoy me ha llamado, y me ha contado que está en huelga de hambre, para protestar porque se sienten estafados por los sindicatos y los políticos, que han aprobado un convenio con el que no están de acuerdo. Piden mejores condiciones, mejoras sociales. No piden dinero porque saben que en crisis es absurdo. Piden que se repitan las votaciones del convenio porque las consideran amañadas.

El caso es que podrían hacer una huelga normal, de esas en las que sencillamente uno deja de trabajar y listo, pero ellos se han decantado por seguir trabajando y hacer huelga de hambre. Mi amigo está en este mismo instante cumpliendo con su turno de guardia, y lleva cuatro días sin comer, solo a base de agua y algún zumo.

Lo triste de esto es que, si esta noche se incendia la casa de la persona que presuntamente amañó los votos, o la del político que no les hizo ni caso cuando fueron a pedirle ayuda y explicarles su situación, mi amigo volverá a arriesgar el pescuezo para salvar una vida. Porque ellos salvan vidas, pero no miran la de quién. Porque son bomberos, y saben de fuego, de salvar vidas, de sacar a gente de entre los amasijos de hierro en los accidentes, y de jugarse el pellejo por cualquiera que pida socorro. No saben de politiqueos, y por eso cualquier charlatán encorbatado, con despachito en un edificio público es capaz de sonreirles, contarles cualquier milonga y hacerles ver que van a echarles un cable, y cuando salen por la puerta, asunto olvidado. No mueven un dedo, y todo lo que buscan es conseguir que no armen mucho ruido, que eso siempre es molesto.

Personalmente, confío más en los bomberos que en los politiquillos. Por desgracia, los politiquillos siguen teniendo buena parte del control de nuestras vidas. Lástima que el fuego no sea selectivo con sus víctimas.

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