viernes, 12 de octubre de 2007

¡Avalancha!

Por fin llegó el momento, y qué momento...

Para empezar, hasta última hora no sabía seguro si iba a ir, y aunque parezca mentira, tuvieron que obligarme.

Llegar a Zaragoza fue toda una penitencia de camiones, lluvia y atascos. Por momentos pensé que no llegaríamos a tiempo, porque el embotellamiento monumental no hacía presagiar nada bueno. Además, era la primera vez que iba, y no tenía ni idea de dónde quedaba el estadio.

Pero cosas del destino, encontré un aparcamiento a diez minutos andando de allí, y justo enfrente había un hospital, donde pudimos cenar media hora antes del concierto. Entramos por la cola de los preferentes, a la que habían degradado debido a la gran afluencia de público.

Desde el primer momento, mi madre se convirtió en la protagonista de la noche (¿No lo he dicho? Mi madre vino al concierto). La gente le hacía fotos, y me felicitaban por tener una madre que se sabía las letras de las canciones.

Pero en lo que al concierto se refiere, puedo decir tranquilamente y sin dudarlo, que es el mejor concierto al que he ido en mi vida. No se trata ya ni de los casi once años sin Héroes, ni de las pantallas y los efectos especiales. Es que eran casi 40.000 personas cantando canciones que han sido la banda sonora de mi vida durante mucho tiempo.

Cuando eres fan de Héroes, tienes que escuchar constantemente críticas de todo tipo. Porque a los Héroes, o se les adora o se les odia. Y estar rodeado de tanta gente que piensa y siente como tú, es especial. Sabes que formas parte de algo grande. La música une, y cuando los primeros acordes de El Estanque empezaron a sonar, se podía sentir la emoción colectiva, las ansias por tantos años esperando un momento como ese.

Se notaba el paso de los años. Tanto arriba como abajo del escenario, la gente era diferente. Ya no había avalanchas humanas, ni empujones bestiales. Era un rollo diferente, pero al mismo tiempo había pequeños detalles que te trasladaban quince años atrás. Las equivocaciones de Bunbury con la letra, camufladas entre las miles de voces que no dejaron de cantar en las casi tres horas de concierto. El buen ambiente con la gente, la simbología...

Había más canas y menos melenas, pero allí estabamos. Y a pesar de que los Héroes estaban literalmente en los brazos de la fiebre, lo dieron todo.

Sólo puedo dar las gracias por esta gira, y por haber estado allí el día 10 de octubre de 2007, en el primer concierto en España. Para decenas de miles de personas, ha sido un regalo que difícilmente olvidaremos. Si es verdad que cuando mueres tu vida pasa ante tí en un segundo, estoy convencido que uno de los fotogramas será la imágen de La Romareda iluminada por miles de teléfonos móviles, al son de La Chispa Adecuada.







Gracias, gracias, gracias.

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