miércoles, 19 de marzo de 2008

Menores...

Hay días que tengo la sensación de que sería capaz de abrirle la cabeza a alguien.

El otro día, alguna suerte de subnormal profundo se dedicó a pintar con un spray en mi calle, y tuvo la genial idea de pintarme la puerta del coche. Por suerte no lo presencié, porque estas cosas en caliente pueden terminar convirtiéndose en un problema.

Y hace un rato, estaba tranquilamente en casa cuando escuché un golpe. Me asomé a la ventana, y ví a dos quinceañeros que, entre risas, se dedicaban a romper a patadas los pilotos traseros de los coches mientras lo grababan con el móvil.

Bajé a la calle, pero los dos energúmenos habían desaparecido. Y estaba pensando ¿Qué habría pasado si les cojo? ¿Y si se ponen chulos e intentan pegarme? Podría meterles una ostia en condiciones, algo que sin duda merecen, pero ¿En qué situación me pone a mí el partirle los morros a dos quinceañeros, por muy gamberros que sean?

Está claro que la ley del menor me complicaría la vida. Seguramente a ellos no les pasaría NADA, mientras que yo terminaría pagando una considerable multa, y a saber qué maravillas me depararía esta justicia nuestra, siempre tan certera y eficiente.

Al final, lo que quedan son dos coches con los pilotos rotos (que yo sepa), unos dueños que se van a llevar un buen cabreo cuando lo descubran, y unos cuantos euros menos en el bolsillo para pagar las diversiones de estos dos gilipoyas. A lo mejor, en un futuro no muy lejano, otra horda de enanos mentales le destrozan el coche a ellos, cuando sean adultos de pro, y entonces serán ellos los que clamen al cielo.

No está bonito desear mal a nadie, pero ya se podrían haber roto una pierna al ir dando patadas a los coches de la gente. Y seguramente su papá, ese que le ha comprado el maravilloso móvil con cámara de vídeo integrada, será de los que dicen "¿Mi niño? Mi niño no hace esas cosas".

Tu niño, amigo mío, es un hijo de la gran puta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que hijo de puta! xDD
Te compadezco